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VARIABILIDAD CLIMÁTICA, CAMBIO CLIMÁTICO Y AGRICULTURA

Por Andrés J Peña Q y Néstor M Riaño H.

Así como los meteorólogos suelen encontrar en la agricultura al detonador de la necesidad por medir los fenómenos meteorológicos, los agrónomos aprendemos a entender que el clima subyace la mayor parte de las disciplinas de las que la agronomía se vale para entender los procesos productivos a nivel de campo. ¿Qué agrónomo no ha leído acerca del clima como proceso de formación del suelo?, o ¿qué estudiante de fisiología vegetal de nuestra generación no encontró fascinante el ensayo de Frank Salisbury (Salisbury y Ross, 1992) acerca de los factores limitantes y las máximas producciones, donde dedica especial atención al efecto de la radiación solar y la temperatura en los procesos asociados al crecimiento y el desarrollo de las plantas cultivadas? La epidemiología está impregnada de variables climáticas, así como la sociología y la extensión rural. En retrospectiva nos damos cuenta que el clima estuvo ahí, pero que nuestro conocimiento acerca del mismo no trascendió más allá de algunos conceptos aislados de física atmosférica y meteorología dinámica.

De otro lado están los agricultores, los que toman las decisiones a diario, los que no hablan de variabilidad climática,  pero la entienden desde mucho antes de que a los científicos empezaran a discutir acerca de ello. Para ellos el concepto está tan arraigado que desde hace mucho tiempo, las cabañuelas o equipatas determinaban muchas de las decisiones a nivel rural. Si el clima fuera estable y los agricultores lo creyeran,  no habrían estado preocupados por la variación interanual del inicio de la temporada lluviosa y su intensidad.

La novedad del concepto de variabilidad climática está asociado, como lo comentaba el profesor Eslava (Eslava, 2000),  a la mala interpretación del concepto de clima, el cual puede entenderse como el estado medio (o promedio) de los muchos instantes de tiempo que componen un periodo de treinta años. La variabilidad climática resulto ser una novedad para todos los que escribimos en nuestra tesis de grado un subcapítulo de clima, que la mayoría de las veces no sobrepasaba las 200 palabras, en el que se decía que el experimento se llevó a cabo en el CI Palmira, ubicado a 1000 metros sobre el nivel del mar, con una temperatura media de 23.8°C y con 990 mm de lluvia promedio anual.

Podríamos decir que este subcapítulo es un legado que esperamos haya trascendido en nuestra amada Facultad. Tal parece que sí, que se está cambiando la forma de hacer las cosas y que cada vez más son las investigaciones agrícolas en las que se hacen mediciones de los elementos del clima.

Volviendo al tema de las cabañuelas, a nuestro entender es uno de los tantos sistemas de predicción climática utilizado como apoyo para la toma de decisiones a nivel rural. Un siguiente nivel puede haber sido el uso de almanaques y calendarios lunares, en los que se hace una referencia a ciertas fechas especiales, como el solsticio y el equinoccio, acompañados de la fase lunar para determinar los posibles estados del tiempo en los días siguientes.

No es de nuestro interés juzgar las ventajas y desventajas de cada una de estas técnicas, de hecho no tenemos evidencia de que en la actualidad algo sea mejor o peor o, por lo menos,  aún no se ha medido en la región ecuatorial, sobre la cual Colombia tiene la mayor parte de su territorio.  Lo que sí podemos decir en este momento es que la predicción del clima es importante, pero que sólo representa un pequeño piñón dentro de un gran engranaje llamado herramientas basadas en el conocimiento del clima para la toma de decisiones a nivel agrícola, que en la actualidad están muy ligadas al concepto de agricultura climáticamente inteligente (FAO, 2013).

En el contexto del cambio climático, se nos ha advertido acerca de la gran amenaza que éste supone (IPCC, 2014), sin embargo creemos, como lo plantean Burke y Lobell (2010) que estos cambios inminentes del sistema climático global no confrontaran un mundo estático y que los humanos responderán a ellos adaptándose, como lo han hecho a nivel agrícola, ante la presencia de otro tipo de cambios. No obstante, la preocupación actual radica en la velocidad a la que están ocurriendo los cambios en las variables climáticas. Esto supone un real reto para los sistemas productivos agrícolas de Colombia.

La situación es la siguiente, en la actualidad se tienen dos serios problemas, a uno le están haciendo frente los agricultores desde hace mucho tiempo, es el de la variabilidad climática y de la incertidumbre ligada a la variación de los elementos del clima entre un año y otro. Cuando decimos que los agricultores están haciendo frente a esto, lo decimos en sentido literal, las primeras planas de los principales diarios nacionales, que reportaban daños y pérdidas agrícolas por efecto del exceso hídrico hasta hace un par de años, contrastan con la situación actual en el que un déficit hídrico amenaza la economía de los agricultores colombianos (Figura 1).

El segundo problema está ligado a que las proyecciones de cambio climático para el territorio nacional muestran incrementos de más de 2°C en los valores de temperatura del aire y variaciones significativas en los totales anuales de lluvia para el 2080 (IDEAM, 2015), lo que supone cambios en el hábitat de las plantas cultivadas.

Ambos problemas están íntimamente ligados. Lo paradójico es que están ligados por la deficiencia que se tiene al momento de querer solucionarlos objetivamente. Si, efectivamente, mientras muchos nos preocupamos por encontrar la causa del problema en el servicio meteorológico nacional (léase IDEAM), nos preguntamos que estamos haciendo desde la academia, desde la investigación y desde los gremios para hacer frente al problema.

Supongamos que contamos con el mejor sistema de pronóstico del tiempo y la mejor predicción climática, entonces nos preguntamos quién estaría en capacidad de informar a partir de datos, el probable estado de los sistemas productivos colombianos (Figura 2). En este punto es importante destacar el avance que ha tenido en los últimos años el IDEAM en cuanto a sus sistemas de pronóstico y alertas, al igual que se debe convocar a los gremios a trabajar para contribuir con soluciones a esta problemática.

Desde nuestra visión, como investigadores agrícolas, reconocemos que son muy pocas las especies que tenemos caracterizadas desde el punto de vista agroclimático. Es decir, ¿conocemos los requerimientos climáticos de las especies de cultivo? Aún más, ¿conocemos los requerimientos climáticos de las principales especies antagonistas? Lo anterior, plantea la necesidad de que a nivel nacional se invierta en investigación y sobre todo en agro-meteorología.Creemos que como investigadores se debe reconocer lo poco fructíferos que han sido los últimos años de investigación en cambio climático y agricultura en Colombia. El asunto es que se habla de cambio climático y agricultura en un entorno en el que no hay investigadores en agro-meteorología. De hecho, escasean los meteorólogos, las redes climáticas con información para determinar la climatología de las zonas productivas es insuficiente, razón por la cual nos atrevemos a decir que es probable que conozcamos más acerca de los efectos del clima en escenarios de cambio climático, que los valores climáticos de las regiones productivas agrícolas de nuestro país el mes inmediatamente anterior.

Asumiendque la adaptación de la agricultura frente a la oferta climática cambiante (variabilidad y cambio) está ligada a la reducción del riesgo de que un cultivo sucumba a los embates de los elementos del clima, la investigación en agro-meteorología y los datos provenientes de redes meteorológicas garantizan una buena selección de medidas de adaptación. La investigación en agro-meteorología garantiza un conocimiento específico de la susceptibilidad de los cultivos, mientras que el seguimiento a los datos de clima garantiza el conocimiento de la amenaza a la que se enfrenta el cultivo en un momento de tiempo y en un área determinada (Figura 3).

No obstante, debemos reconocer que como la investigación en agricultura no es ajena a la globalización y las tendencias, en la actualidad resulta más fácil usar un modelo que genera datos de clima (e incluso genera mapas) que comprar, instalar, mantener, asegurar buena calidad de los datos y vigilar una estación climática. Pero eso está bien, al final el clima es el resultado de una ecuación (o muchas) basada en las leyes de la física, que son inalterables. Lo triste es que hayamos pretendido que los modelos de cultivo iban a solucionar la vida y que se podían importar y adaptar burdamente, sin necesidad de sembrar un metro cuadrado y hacer mediciones.

Se debe de tener claro que los escenarios productivos futuros obtenidos utilizando los datos climáticos de un modelo climático (incertidumbre asociada al modelo climático) y modelos de cultivo (incertidumbre asociada al modelo de cultivo) no tienen mayor certidumbre que los de un modelo basado en el uso de la tradición popular. Con esto queremos decir que el uso de mayor recurso computacional no garantiza una mayor certidumbre al momento de tomar decisiones con respecto a los cultivos.

De otro lado, es indispensable mencionar que en la adaptación a la variabilidad y al cambio climático se pueden utilizar herramientas no convencionales de análisis, tales como los métodos basados en minería de datos y gestión del conocimiento (Arce et al, 2013) , lo cual permite utilizar datos (minería de datos) e información (gestión del conocimiento) para determinar medidas de adaptación. No obstante, cualquiera sea la ruta que se tome, se debe empezar ahora y se tiene que tener claro que una medida de adaptación no es infalible, y que por tanto se debe de acompañar con otro tipo de estrategias que si bien no reducen la vulnerabilidad de los sistemas de producción, si protegen el ingreso neto de los agricultores.

En otros países el seguro agropecuario ha sido la mejor alternativa para aliviar ésto, no obstante los costos asociados a este tipo de medida financiera de protección de los ingresos lo han relegado en nuestro país. Sin embargo, estrategias de seguro indexado pueden ser una solución en el futuro, ya que en la actualidad su implementación es poco probable porque bajo este sistema se parte de un conocimiento claro del efecto del clima sobre la producción (que es de lo que adolece Colombia).

La otra situación relevante, que atenta contra la oportunidad de implementar las medidas de adaptación más costo-efectivas para la adaptación al cambio climático y aún más a la variablidad climática, de los sistemas productivos, sociales y económicos, está relacionada con la desinformación que en la década de mayor avance de la tecnologia de la computación y las comunicaciones se presenta en el sector rural y principlamnete en aquellos que toman las decisiones del sector.

Esto se asocia entre otros factores con el sentido de propiedad que se tiene sobre la información, en particular de factores determinantes de la producción, como los de la oferta climática y de los suelos donde se producen los cultivos. Pero peor aún, es la falta de conceptos y criterios que las nuevas generaciones de profesionales y técnicos que atienden el quehacer de la producción agropecuaria, tienen sobre el uso de esta información, para apoyar a los productores en la toma de decisiones.

Por lo tanto, es fundamental compartir la información que se genera sobre el estudio de los cultivos,  ya que aunque sea un mismo espacio territorial denominado  finca, independiente de su tamaño, grado de tecnificación y sistema de producción, confluyen varias actividades productivas, que generan  diferente información  para apoyar la toma de decisiones.

Aunado a lo anterior, se percibe y siente que los productores y los técnicos no manejan el criterio básico y profundo del costo de oportunidad, lo cual se traduce en una apatía por los esfuerzos del estado en la implementación de medidas ciertas que los benefician. Por ejemplo, desde hace un año, se venía previniendo a la nación, acerca de la llegada del fenómeno de variablidad climática denominado El Niño y de su efecto crítico por la amplificación del déficit hídrico. Los productores en general y principalmente los de cultivos permanentes, no hicieron uso de los beneficios como el del Incentivo a la Capitalización Rural - ICR, que se otorga para instalar sistemas de riego eficientes.

En síntesis, se puede argumentar que hay una gran confusión en el hecho de creer que quien tiene la información es quien tiene el poder, pero lo cierto es que el poder lo tiene el que sabe hacer buen uso de ella. Hoy existen herramientas para hacer frente al desorden climático que nos afecta, el primero asociado con las alertas que en buen momento ha fortalecido el IDEAM, el segundo y más importante para el sector agropecuario, el trabajo de la mesa miltisectorial, que elabora mensualmente el Boletín Agroclimático y varios gremios hacen lo propio. Sin embargo, muy poco se hace uso de éstas para prepararse efectivamente frente a estos eventos extremos, que día a día se irán intensificando.

Una sociedad que hoy piensa en el fin del conflicto armado y que se prepara con esperanza en el pos-conflicto, debe recapacitar y repensar la forma como se afronte la amenaza climática, que puede convertirse en el mayor factor de desestabilización productivo, social y ambiental de su historia.

Publicado en Variabilidad Climática

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